A raíz de este artículo el Doctor D. Pedro Cabrera, experto en pobreza y estructura social de la Universidad Pontificia Comillas, nos hizo reflexionar sobre el tema. Aquí os dejo un suelto de lo que se me vino a la cabeza. Se admiten comentarios y, por supuesto críticas. Faltaría más.
POBRE PUEDE SER CUALQUIERA
Pensando en mis hijas de
once y catorce años respectivamente: “Cada vez hay más gente pasándolas moradas.
Si esta crisis aguda dura mucho, las consecuencias pueden ser irreversibles.
Una generación se quedará fuera”.
¿A qué generación se
referirá el experto Cabrera?, ¿cuáles serán las consecuencias irreversibles?
¿Qué es lo que no estamos haciendo?
Estimado profesor, me pides
una reflexión y me entran ganas de mirar hacia otro lado. Es probable que esta
sea la respuesta a la última de mis preguntas: no estamos mirando o lo hacemos
hacia otro lado. Tal y como ha quedado bien explicado en la primera de tus
clases, históricamente se ha procurado correr un sutil visillo, sobre la
pobreza y sus causas. Sin embargo, me queda la sensación de que la manera de
combatirla ha tenido, digamos, mejor prensa. Por ello, permitimos ser
partícipes de grandes fórmulas mediáticas de erradicación de la pobreza que, en
el peor de los casos, han servido para engordar las arcas de entidades e
instituciones sin escrúpulos y, en el mejor de los casos, han servido para
poner pequeñas tiritas a una gran herida. Nunca he sido partidario de las
grandes soluciones y, en lo relativo a la pobreza y a las formas de exclusión
en general, creo más en los pequeños detalles.
Volviendo a mis hijas, no
sé si de forma equivocada, he intentado transmitirles que la mejor ayuda es la
pequeña acción. De qué me sirve lavar mi conciencia introduciendo veinte
euritos en el sobre de una gran ONG, si no soy capaz de preguntarle a mi
vecina, la señora Julia, de ochenta años de edad y muchos más de soledad, si
necesita que le compre el pan. Es probable que la metáfora no sea válida, pero
a mi y a la señora Julia, mi vecina, nos sirve. Puede ser que la mirada de mis
hijas no vaya mucho más allá de la panadería de la esquina pero, es seguro, que
hasta allí saben llegar. Me vienen a la cabeza las tiras del Roto y del gran
Forges que utilizaste en clase. Quizá debamos comenzar adiestrando la mirada.
Consecuencias
irreversibles: siguen entrándome ganas, ahora, de salir corriendo. Pero, claro,
tampoco puede ser. Yo, que sufro de optimismo patológico, me llevaré tu
afirmación al final de los tiempos. Están por llegar, es evidente, pero a ni a
mi, ni a mis hijas nos van a pillar. Gran error, ¿verdad? Esta puede ser otra
de las omisiones culturales que estamos ejerciendo. La sociedad de lo
inmediato, de lo mediático y de la banalización absoluta piensa que nunca nos
va a llegar. Si bien es cierto que la inmensa mayoría de los occidentales podemos
vivir con mucho menos de la mitad de lo que tenemos, no es menos cierto que en
España, en poco más de cincuenta años, hemos pasado del burro al supermecuatroporcuatro comprado, aun
sabiendo, que no lo podíamos pagar. Y en menos de treinta años (que son treinta
años en la historia de la humanidad) hemos pasado del bocadillo de chorizo a la
deconstrucción del mismo. Por ello, estimado profesor, centrándome en España,
creo que tenemos mucho margen para que la situación no sea irreversible. Para
lo que no me sirve, ni el optimismo patológico, es para interpretar de dónde se
quedará fuera la generación mencionada en el artículo. Quizá, ¿fuera del estado
de bienestar? Como me temo que a menudo habrá que reflexionar en tu asignatura,
me la dejo para la próxima.
Y, hablando de la generación, ¿será la mía? Ahora sí que
apago y me voy. No puedo tener tanta suerte como hasta ahora. Soy del 67. Nací
con el coche en la puerta de mi casa. Flamante Austin Morris color crema que,
mis hijas no se creen que hacía el trayecto
Madrid Sevilla en poco más de doce horas con ocho personas abordo, maletas y
canario incluidos. Yo que fui al cole y luego a la universidad y trabajé a la
par. Yo que llevo felizmente casado por el juzgado (gran disgusto de mi madre)
desde hace veinte años y me compré una casa, que ya he pagado, de cien metros
con trastero, plaza de garaje y jardincillo. Yo que tengo dos hijas
maravillosas, que aún son niñas, que me dicen cuánto me quieren. Pues bien,
como decía, no puedo tener tanta suerte el resto de mis días. Además,
atendiendo al dato que vierte la Memoria del CES 2011 en la que se indica que España es uno de los países
con mayor exclusión social y que uno de cada cuatro hogares está en riesgo de
pobreza, mis probabilidades de mantener mi actual estatus bajan de manera
considerable. Peor me lo pone el estudio Exclusión y desarrollo social 2012,
que ha sido elaborado por la Fundación Foessa. En él se señala que el
porcentaje de hogares españoles que están por debajo del umbral de la pobreza
es del 22%. Además, uno de cada cinco hogares (el 25%) está en situación de
riesgo. El informe también recuerda que España es uno de los países europeos
con mayor tasa de pobreza, sólo superado por Rumanía y Letonia. Según la
estadística de la Unión Europea, fue el país europeo donde más aumentó la
pobreza en 2010. No está mal para el país que quiso haber sido el campeón de sé
bien qué.
Por todo lo anterior,
efectivamente, en España cualquiera puede ser pobre o casi.
¡Bendito optimismo patológico el tuyo!
ResponderEliminarDe todas formas si los de mi generación, hijos de la posguerra o casi(frío, sabañones, pan y chocolate, tranvías atestados para ir a trabajar, etc) tuvimos recursos para salir adelante, vosotros (nuestros hijos) y vuestros hijos (nuestros nietos), mejor preparados, superaréis todo y espero que con el convencimiento de que es más importante "ser" que "tener".
Quiero creer que los de mi generación nos hemos convencido hace tiempo y que os hemos educado así....¡no estoy muy segura!
Un abrazo
Querido optimista¡que razón tienes!.
ResponderEliminarEs seguro que estés preocupado.Todas las noticias que genera esta Dictadura Económica en la que estamos viviendo da miedo.Y en ese "MIEDO" quieren que vivamos.
Pero no lo van a conseguir.
Se ha luchado mucho por una libertad y unos derechos que tenemos que conservar como sea.
No creo,ni nunca creeré que tiene que haber ricos y pobres.
Sólo creo en el "Bienestar de la Justicia Social".
Carmen Lalueta