LA INTERVENCIÓN SOCIAL ESTA EN RIESGO DE EXCLUSIÓN

Tengo una buena amiga, María, gran teórica de la intervención social que, a buen seguro, no le gustará lo que os voy a contar.

Tal y como estamos y, lo que es peor, tal y como vamos, todavía no se oyen muchas voces que nos adviertan de la evidente regresión que sufrimos. Nos estamos fijando, a mi juicio, demasiado en los aspectos económicos y estamos dejando de lado aquellos que verdaderamente articulan una sociedad actual. Me refiero a los canales de ayuda profesionalizada y a la conciencia solidaria colectiva.

Se acabó el coche grande, la tele grande, la casa grande. No puede ser. Llega el momento de heredar, de nuevo, los zapatos de mi primo que a él le han dado mucho juego y todavía le quedan decenas de kilómetros. Se acabó el belenestebismo que nos inunda y los pésimos gestores políticos que nos han impuesto los partidos. Se acabó la ley del mínimo esfuerzo, el gratis total y la banalización de todo. Sí, todo sin sustancia.

En lo que a mi respecta, lo tengo claro. Mi familia y mi trabajo, por este orden, ocupan mis prioridades. Mi profesión, hasta ahora, aglutinadora de sueños y esperanzas de justicia social, se desvanece entre el intrusismo político de mucha praxis partidista y poca teoría social. No cabe la posibilidad de la invención social. Todo está costreñido en un sólo pensamiento: un voto. Un voto que perpetúe el sistema del amiguismo y el enchufismo. Un voto que sirve para sostener el tejido del capital humano que mantiene a esta democracia sin demo. Un voto que vale lo que cuesta la independencia del libre pensamiento. Un voto que nos despersonaliza y que pone en cuestión uno de los principios básicos de las civilizaciones del siglo XXI como es el de ciudadanía.

Compruebo con estupor que la tan denostada política del pan y toros, campa a sus anchas en el España del paro y la desesperanza. Me sorprende ver cómo el dinero de todos sirve para financiar pantallas gigantes en la que se proyectan las carencias de un pueblo al que no le interesa pensar. ¿Para qué?

Recuerdo los días, no muy lejanos, en los que un proyecto de intervención, facilitaba la inserción social, propiciaba la relación, fomentaba la participación e, incluso, prevenía de males mayores. Hoy, sin embargo, un proyecto de intervención social cumple el fin de nuestros días: cubrir el expediente.

Mucho le debe la sociedad española a los profesionales de la intervención social. No se nos ve, luego no somos. Mucho le debemos a los miles de personas que, con poco más que la escucha activa y el acompañamiento personalizado, han logrado objetivos impensables. Me vienen a la cabeza los nombre de todas aquellas personas que estos diez años de ADITEC han contribuida a una hermosa labor social. 

Y por ello, y ante el olvido de la mayoría de los que han sido acompañados por nosotros, profesionales de la ayuda, durante estos años escribo estas letras para mandar un mensaje de ánimo, refuerzo y reconocimiento a vuestra labor. No se nos ve, no se nos oye pero somos y estamos. Haceos visibles, por favor.